Por Cecilio Andrade
Una definición muy elemental de este concepto, estado de alerta, podría ser algo como “situación en la que el individuo se encuentra despierto y consciente”. Hasta ahí nada nuevo, salvo por un pequeño, ínfimo si quieren, detalle, ¿vamos por la vida despiertos y conscientes? Para la inmensa mayoría de las personas la respuesta es simple, a veces sí, la mayor parte del día no. Pero para mayor desgracia, en las veces que sí, o no estamos 100% atentos o no sabemos como usar esa atención de forma eficaz.
Vivimos en mundo lleno de publicidad saturadora, teléfonos inteligentes que nos roban la atención del entorno, cuando no nuestra misma “inteligencia, “aplicaciones” adictivas hasta puntos insanos, normas (a)sociales de como interactuar con el ambiente y los demás, actitudes de negación políticamente correctas. En fin, seguro me entienden sin alargarme más.
En la frase de Daidóji Yúzan “el samurái desde que sale por la puerta de su casa, hasta que regresa a ella, actúa como si estuviera a la vista de algún enemigo”, tenemos la clave para comenzar a crear una base firme, y sana, de alerta preventiva. Debemos encender nuestro escáner personal, mirar y ver los alrededores, oír y escuchar el entorno, oler incluso. Debemos detectar anticipadamente aquello que esté fuera de lugar.
Y ahí tenemos la pregunta clave, ¿cómo se ve, escucha y huele lo que está fuera de lugar? Pregunta difícil de contestar sin profundizar en cuestiones como las habilidades mentales y los conocimientos prácticos del entorno en el que estamos actuando.
Lo más importante de la preparación mental, de la alerta mental, es generar el esfuerzo consciente de vaciar la mente de todas las cosas que nos distraen de prestar atención a lo que nos rodea. Despejar la mente y prepararse para ser receptivo a lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
Es necesario tener presente siempre que los eventos e incidentes pueden hacernos modificar la ruta, tanto la física como la mental, hacia nuestro destino. Podemos encontrarnos en zonas desconocidas y extrañas con las que no tengamos experiencia para lidiar. Al igual que hay que planificar rutas principales, secundarias, alternativas, etc., para traslados físicos, debemos utilizar el mismo criterio en las respuestas mentales, planificar respuestas principales, secundarias, alternativas, de emergencia.
Podríamos crear un “check list” inmenso de cuestiones a analizar para cada paso que demos en la calle, ¿sería útil? ¿sería práctico? ¿sería realista? Sin duda no. Pero aún así debemos generar las actitudes para saber reconocer y evaluar qué es lo que detectamos, por que nos hace sentirnos nerviosos e incómodos, por que “nos pone de punta los pelos de la nuca”. Por que sí, eso también ocurre.
De una forma un poco más mundana, cualquier persona reconoce que el peligro está continuamente ahí. Es imposible trabajar de forma continuada con un grado elevado de alerta, nos agota y hace perder la concentración, y con ello la alerta que buscamos. Esa es la razón por la que se debe trabajar con un nivel moderado y asumible, pero siempre con la predisposición para elevarlo.
Simplemente es saber reconocer el “estado de alerta” en el que debemos estar… por cierto ¿lo sabemos?
2 Comments
Leí este mensaje porque me apasiona trabajar como escolta, para mi es de mucha utilidad gracias.
Ecxelente articulo muy profundo, muy bien cecilio,