Por Cecilio Andrade
La situación blanca es la común para el 99% de nuestros conciudadanos y más desde que los Smartphone han copado toda la inteligencia en sus chips. Relajados, abstraídos, completamente aislados del entorno, enfocados en una pantallita, dormidos, incluso en plena calle. Esta situación debe evitarse siempre que estemos lejos de nuestro castillo, nuestra zona segura, de nuestra casa. Incluso en casa debemos descartar esta situación en trabajos que requieran nuestra atención, no solo para cuestiones tácticas.
Entramos en condición amarilla cuando estamos atentos a nuestro entorno, cuando observamos todo y solo nos detenemos un poco más en aquello que destaque o no tenga coherencia. Es una situación de alerta relajada. No ocurre algo destacable pero mantenemos la atención.
Entramos en naranja cuando algo, un potencial problema, surge de nuestra observación, una mirada más larga y atenta de alguien, un movimiento que no corresponde a lo que aparenta, unos gestos improcedentes, etc. Detectamos algo y ese algo nos pone en alerta. Empezamos a pensar como zafarnos o superar este problema si resultara ser real, mientras seguimos observando acumulando “evidencias”. Si el objetivo discordante desaparece o resulta ser algo inocente podemos regresar a nuestro cómodo y atento estado amarillo. Si no es así y pasamos a ser objetivo de ese algo o alguien anómalo con seguridad saltaremos a un nivel rojo.
Rojo implica estar ya en “faena”, ya sea defendiéndonos como posicionándonos y preparados para actuar. No significa atacar, significa tan solo estar ya en posición de recorrer el último milímetro de nuestro disparador mental. El problema ya es evidente y solo nos queda actuar. La forma de respuesta lo exigirá el momento y la situación, nunca el color. Estar en rojo no exige usar fuerza letal, solo actuar, con la fuerza y capacidad que la situación, la ley y la ética personal nos exija hacerlo.
Pasar de un color a otro, ascendente o descendente, es relativamente fácil y normal, lo hacemos continuamente sin darnos cuenta en la vida cotidiana. El problema surge cuando ascendemos de blanco a naranja, o a rojo directamente, eso implica que nos han sorprendido, reaccionar correctamente en estas condiciones nos resultará muy difícil cuando no imposible.
Descender de color es innato, de forma inconsciente descendemos escalón a escalón, pasando por cada color sin pensar siquiera en ello, es la forma natural en la que nuestro cerebro gestiona el stress.