Por Cecilio Andrade
“El Samurái desde que abandona la puerta de su casa hasta que regresa a ella, actuará siempre como si estuviera bajo los ojos del enemigo”
En un mundo perfecto las palabras del monje y Maestro Zen Yamamoto Tsunetomo en su obra “Hagakure”, escrita como guía de los samuráis, podrían considerarse agresivas, violentas o cuando menos paranoicas. Pero si en su época, siglo XVIII según el cómputo occidental, no estaban fuera de lugar, menos lo son en el violento y aun apenas adolescente siglo XXI, por mucho que lo deseen los bien pensantes y políticamente correctos.
A todos nos gusta pensar que la bondad humana es universal, que por el simple hecho de ser vegetarianos y mimar a un gatito ese tigre no nos va a devorar. Por desgracia, por mucho que enoje a muchos y muchas, el mundo es bastante más cruel y peligroso. O quizás no sea cruel el término correcto, sí peligroso, pero no cruel, lo correcto quizás sea neutral.
Mentalizarnos de que no vivimos en un pacífico e idílico mundo feliz es el primer paso para poder estar en una situación de alerta sana y natural. La enorme cantidad de situaciones de riesgo a las que podemos vernos enfrentados es tal que pensar de otra manera, a día de hoy, es de inconscientes cuando no suicida. Lo cierto es que esta alerta no es solo aplicable a profesionales armados, policías y militares. Cualquier ciudadano del rincón más apartado, del pueblecito más alejado, puede verse envuelto en una situación de riesgo, encontrándose en la realidad de luchar por su integridad o por el de las personas de su entorno familiar o social.
En la parte del mundo que nos ocupa no vivimos en un ambiente del tipo “duelo en OK Corral”, pero los índices de violencia no permiten tampoco relajarnos. Tampoco olvidemos un detalle, aunque residamos es un oasis dentro de un mundo violento, la violencia en algunos aspectos supera la de muchas guerras. Pocos ciudadanos se dan cuenta que tener una mentalización de prevención y de uso de la violencia para defenderse de una agresión no es una aberración como nos quieren vender determinados grupos y “estudios”.
La indefensión aprendida, también impotencia aprendida, es un tecnicismo que se refiere a la condición de un ser humano o animal que ha “aprendido” a comportarse pasivamente, con la sensación subjetiva de que no puede, ni debe, hacer nada para responder ante una agresión, a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar la situación violenta. Aunque dicho concepto hace referencia originalmente a una patología psicológica de individuos, lo cierto es que en la actualidad la mentalidad bien pensante y políticamente correcta ha generado cierta tendencia hacia esa actitud en muchos casos suicida de negar la violencia.
Ser previsor, vivir prevenido es más correcto, no nos convierte en paranoicos, tan solo nos hace precavidos y observadores, después de todo el saber popular lo expresa perfectamente, “más vale prevenir que curar”, y este dicho tiene siglos en nuestra cultura, por algo será.