Por Cecilio Andrade
¿Cuánta información es capaz de absorber por segundo de forma consciente una persona promedio? Si digo que unos 2000 bits x segundo que lo normal, la mayoría dirá que está muy bien. Pero empecemos con las odiosas comparaciones. Este documento que leen tiene muy poco más de 181000 bits. Ya empiezan a alzarse algunas cejas, sigamos. Esos 2000 bits son tan solo el 0.0000005 % del total con el que nuestro subconsciente trabaja. Mas arrugas en la frente, ¿a que si? Y ¿con cuanto trabaja el subconsciente entonces? Pues con la nada desdeñable cantidad de 400.000.000.000 bits. Impresionante ¿verdad? Y si lo pasamos a una medida más “cool”, los gigabytes, los tan repetidos “gigas” de los teléfonos, tabletas y discos duros, tenemos la nada desdeñable cantidad de más de 46 gigas. Pero recuerden, hablamos de procesar todo eso en un segundo, no simplemente de almacenarlo, con lo cual, si lo piensan, en realidad superamos al mejor de los ordenadores.
Pero ¿en qué influye eso a nivel de supervivencia y respuesta táctica? Sencillo, nuestro cerebro ya tiene todos los datos externos necesarios para procesar una respuesta adecuada a la supervivencia del individuo, si este tiene la capacidad y medios, claro. Pero con un “pequeño” problema, lo ha hecho subconscientemente, y eso, por nuestra cultura y educación, lo hace entrar en el mundo que la mayoría considera suposiciones y conjeturas, cuando no puras supersticiones y miedos.
Oímos hablar, según las creencias de cada quién, de instinto, intuición, sexto sentido, ángel guardián, espíritu protector, dioses, todo eso que se supone que nos avisa y hace erizar el vello de la nuca o de los brazos. “Sentí que algo iba mal”, “algo me alertó”, “no me fié a pesar de su sonrisa y educación”, “nada más entrar noté las malas vibraciones”, ¿Cuántas veces han oído esas y otras frases similares? Infinidad, seguro.
El ser humano tiende a buscar fuera, espiritual o físicamente, la respuesta de los hechos que no comprende. Pero tenemos dentro de nosotros las herramientas que la evolución, merced de la naturaleza, dura y neutral con los seres vivos, nos ha proporcionado y perfeccionado hasta el ínfimo detalle. Nuestro subconsciente es esa herramienta. Al primitivo Neanderthal o CroMagnon no le causaba reparo alguno fiarse de esos avisos subconscientes, y gracias a ello quizás ahora están ustedes leyendo este texto. Pero en la sociedad actual todo eso de que no procesemos de forma consciente, directa y clara suena a superstición y magia. Claro que, después de todo, la magia no es más que ciencia mal entendida.
Cuando, como profesionales armados, nos acercamos a una situación dada, o esa situación nos aborda a nosotros, antes de que parpadeemos nuestro subconsciente ha sido capaz de escanear e interpretar en detalle el entorno en el que nos encontramos. El problema es que su única forma de comunicarnos que algo va mal es mediante “malos pálpitos” y sensaciones. “Malos pálpitos” y sensaciones que nuestro consciente suele descartar por no dar una imagen de paranoico, medroso o simplemente maleducado.
¿Cuántos conductores al llegar a ese cruce que siempre pasan sin mirar, hoy frenan y miran, evitando ese camión que saltó el stop? ¿Cuántas madres llevando a sus hijos a la escuela de repente hoy deciden cambiar de acera, cuando siempre van por la misma? ¿Cuántas víctimas han podido posteriormente decir “algo me decía que no estaba bien”? ¿Cuántos policías al aproximarse a un grupo “intuían” que la cosa era mayor de lo que aparentaba el entorno? ¿Cuántos militares han notado los pelos de la nuca erizarse al entrar en una zona propicia a emboscadas? ¿Cuántos oficiales de protección han sentido lo mismo al acercarse con sus VIP´s a un semáforo rutinario?
No levanten todos la mano a la vez por favor.
No es magia, ni poderes sobrehumanos, salvo que consideremos la capacidad de nuestro cerebro como sobrehumano, y entonces todos tenemos ese poder. Crean en su sexto sentido, su intuición, su instinto, su ángel o espíritu guardián, llámenlo como quieran, pero escúchenlo, gracias a ello el ser humano sobrevivió hasta hoy en día.