Por Cecilio Andrade
La experiencia demuestra que los “malos” tienen los mismos efectos fisiológicos que los buenos, generan el mismo efecto túnel, pero cuentan con una ventaja, ellos son normalmente los primeros en actuar, obligando a reaccionar y, por tanto, a ir con retraso. Debemos aprovechar, provocar y ampliar esos efectos fisiológicos, el efecto túnel de los agresores saliendo de la zona de ataque, logrando permanecer indemnes para poder responder. Si a la vez logramos desenfundar, alinear el arma, disparar e impactar con precisión, el efecto resultante es obviamente lo mejor. Pero para ello debemos entrenar esa secuencia.
Disparando a cartones es obvio que los mejores resultados se logran con depuradas e inmóviles técnicas. Ahora bien, si ese “cartón” tuviera la posibilidad de sorprendernos, moverse y disparar, atacarnos de alguna forma, ¿sería igual de factible nuestro disparo tan ultra preciso e inmóvil? Con seguridad, es muy probable que si lo fuera, pero a cambio de recibir los impactos del agresor, o, lo más probable, de los agresores, porque no olvidemos que normalmente los problemas, estos sobre todo, no vienen de uno en uno.
En un enfrentamiento real no hay empates, no se gana por puntos, o se neutraliza la agresión o no se logra, simple y llanamente. En un combate real no hay tiempo para posiciones de tiro perfectas y de manual, raramente se llega a visualizar de forma consciente las miras, incluso el tan extendido “doble tap” puede ser contraproducente en muchas situaciones. Entonces ¿nada vale? Todo lo contrario, todo vale, pero en su justa perspectiva, lugar y momento. Todas las técnicas deben estudiarse, practicarse y analizarse. Todas, tras las fases anteriores, deben ponerse en la palestra de demostrar su eficacia en ejercicios que impliquen acción, reacción, prisas, estrés, errores, situaciones extremas, etc.
Mi experiencia me ha demostrado que con lecciones y prácticas bien aplicadas y gestionadas la mayor parte de las cuestiones suelen quedar muy bien definidas.